
Mampuján
¿Qué cosa es la violencia?

Desde diversas líneas de pensamiento, todo aquel que haya intentado adentrarse en materia de lo humano, y de su confrontación con la naturaleza, debería admitir que se ha topado al menos una vez, en el transcurso de sus investigaciones, con una determinada forma de violencia como elemento homogéneizante de las prácticas humanas; pues aunque la violencia es una categoría del hacer humano que no ha cambiado significativamente en su forma-manifestación, si lo ha hecho, a través del tiempo, en su contenido-sentido. Entender o interpretar los diversos escenarios históricos en que se desarrolla esa amplia gama de procesos sociales que han venido dando forma a la humanidad, por medio de la violencia, supone un estudio que reflexione no solo acerca de su imagen inteligible, sino que incluya en su discurso, los mecanismos en que participa el hombre de esa imagen de acuerdo a los ojos con los que la ve, o con los que le han dicho que la vea.
La hallamos como una expresión metajurídica, puesto que su práctica se ha venido penalizando, administrando y regulando en cuanto produce obediencia; y en cuanto esa obediencia le concierne optimizar, cada vez más, a una legislación determinada como expresión de voluntad de orden de un gobierno determinado (lo cual no le salva de su arbitrariedad penal) Esta administración de la violencia permitió una transición más rápida al sedentarismo pues produjo obediencia. De esta forma, al darse una racionalización de la violencia en un marco jurídico aplicable, también se le otorgó una condición moral bien establecida en la cultura: una que por lo general es negativa puesto que se penaliza. Y que correspone, en la mayoria de los casos, a la violación de dicha optimizacion de la adminsitracion del recurso humano, pues implica una fuga de posibilidades de producción cuyo monopolio está en las figuras de gobierno. Desde aquí se pueden aglutinar, en cuanto a la definición de violencia, una amplia gama de operaciones calculadas que buscan modificar o desestabilizar comportamientos contradictorios a juicio del ejecutor, para obtener un beneficio personal o colectivo de la manera más contundente. Por esto podemos decir que la violencia es una forma relampagueante de gobernar en un instante. Y la preparación de la violencia, lo que nos somete a diario.
Paralelamente, dichos movimientos operatorios que hemos dicho participan como dominio de la violencia, han sido históricamente indispensables en los aparatos de gobierno para aparentar cierta noción de orden en las sociedades (por ejemplo, el corazón de la estructura policial en la ciudad radica en la administración y aplicación de la violencia en cuanto a un marco legal establecido). Un antropólogo diría, me imagino, que dichos mecanismos de acción fueron aprehendidos en el devenir del desarrollo de un corpus biológico; y como una actividad procesal de identificación del hacer humano en uno de los contenidos de su material antropológico; alimentarse, por ejemplo, lo aprendimos a hacer causando muerte con las manos o a través de ellas; por imitación a la estrategia de supervivencia da la fauna que nos rodeaba. Y la muerte, como construcción cultural y teológica, decimos en la historia del pensamiento que es un acto que está mediado por cierto tipo de violencia. Pero dejando atrás el terreno de la ciencia política y la antropología, la violencia se nos presenta también como un comportamiento (material, discursivo o reflexivo) que puede ser espontáneo, socialmente inconsciente, o que es deducido de ciertas formas de reivindicación emocional entre la sensibilidad entera que desata y el conjunto entero del cuerpo que la siente (lastimar a alguien a causa del enojo o los celos: una desilusión amorosa).
Ahora bien, el papel de la violencia como herramienta para el despegue de la civilización y la conquista de la naturaleza, y desde luego, para el sometimiento de otras formas de humanidad, hizo que lo que empezó como un medio para el afianzamiento instintivo de unos mecanismos de conservación y regulación reproductiva de la especie terminaran (o terminarán), por su administración irregular, en el desplome de lo humano. O al menos este era el escenario psicológico favorito de histeria colectiva existencial en los 70's con la proximidad de la catástrofe nuclear.
El desespero de las ciencias humanas por teorizar, administrar y optimizar el aprovechamiento de los recursos del comportamiento humano en el tiempo, para justificar su status de ciencia indispensable y positiva, ha deformado a la violencia, por ejemplo, a categorías de análisis que poco sirven, en la práctica, para intervenir “humanitariamente” en el desenlace de su aparición: ¿Cómo la crueldad es tolerable cuando se ampara en una práctica milenaria? En un escenario tan desalentador, y por ende llamativo para el hombre escéptico, por ahora proponemos una formulación de violencia (o en relación a lo violento) como el medio de expresion más espontaneo que tiene el hombre para exteriorizar sus multiples voluntades de poder, y que repercuten en él para liberarle de la tutela moral de la tolerancia, profesada en toda religión, pero que a nadie reconcilia, pues el espíritu colectivo, tan envejecido en todas las edades de los hombres, reclama su justo final en la barbarie de la aniquilación.